jueves, 25 de diciembre de 2008

"El poder", poema de José María Pallaoro



El poder de una palabra
no radica en la voluntad
de poder

decir aquello
que los demás
quieren escuchar

El poder de la palabra

es un certero golpe
en la cabeza del silencio

Y de esa cabeza
–estallada en el aire–
se arma el mundo

a imagen y semejanza



con el mejor de los deseos, jm


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martes, 23 de diciembre de 2008

Falleció el historiador Carlos Moncaut


El Día, La Plata, 23 de diciembre de 2008


Profundo dolor causó la muerte del destacado historiador platense Carlos Antonio Moncaut, quien falleció ayer en nuestra ciudad a los 81 años.
Hombre de insondables conocimientos sobre el pasado bonaerense, prolífica obra y espíritu generoso, Moncaut ha dejado una marca indeleble en la historia de nuestra provincia a través de casi veinte libros publicados, decenas de ensayos y conferencias, e innumerables artículos periodísticos, muchos de los cuales fueron publicados en las páginas de EL DIA entre 1956 y mediados de la década del 70.Casado con María Teresa Barberis, su gran compañera en la vida e incondicional colaboradora de su obra, Moncaut había nacido el 8 de junio de 1927 en Etcheverry, en las puertas de nuestra ciudad y se educó en La Plata. Sus estudios primarios los realizó en la Escuela Anexa y el bachillerato en el Colegio Nacional, donde obtuvo el 5º puesto en el ranking de los diez mejores promedios de calificaciones de su promoción. Más tarde cursó Medicina aunque no llegó a recibirse. Trabajó durante 23 años en la Dirección Provincial de Hipódromos y más tarde 27 años en un laboratorio de especialidades medicinales, donde se jubiló. Pero su verdadera pasión era la naturaleza, el campo y su pasado. La arqueología y la paleontología también fueron sus pasiones, por lo que les dedicó muchos años de su vida mediante estudios y trabajos de campo.Sin embargo, siempre reconoció que su gran pasión fueron los libros, raros y viejos. Pasión que a través de los años le permitió contar con una de las colecciones privadas más extraordinarias de nuestro país.A fines de la década del '50 se convirtió en investigador y escritor, llegando a publicar 19 libros, además de varias investigaciones que no llegaron a ser editadas. A lo largo de su vida recibió numerosas distinciones. Fue declarado "Ciudadano Ilustre" por el Concejo Deliberante platense; y Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Además recibió el premio "José María Rey" de la Municipalidad de La Plata (1970), el Gran Premio Consagración de la SEP (1980), el premio Cóndor 95 de la Asociación "Estampas y Memorias", y el premio Santos Vega de Plata (2007), entre otros.
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Homenaje: Carlos Moncaut y su viaje hacia el pasado en Ranchos


El historiador describe en su último libro cómo era la localidad en la epoca de los fortines y las tolderías

Diario La Nación, Sábado 6 de enero de 2007


"Me propuse que los alumnos y también los profesores tuvieran una idea bien clara de cómo eran estas tierras antes de la instalación de los fortines: no había árboles, excepto sauces colorados, ñandubays, talas o espinillos a la vera de algún río o arroyo; los pastizales llegaban a dos metros de altura. Que conocieran su fauna y las naciones indígenas que la poblaban. Los nombres de los caciques resultaron difíciles de identificar: en esto resultó invalorable la colaboración del padre Meinrado Hux", dice Carlos Antonio Moncaut.
Por pedido del intendente de Ranchos, Eduardo Juan Uribarri, seleccionó 132 documentos de los 900 que había obtenido la historiadora Marta Inés Martínez en el Archivo General de la Nación, relativos a la zona de Ranchos (material que fue donado después de su fallecimiento al Museo Histórico de esa ciudad).
Ese fue el punto de partida desde el cual Moncaut desarrolló temas, investigó datos científicos y técnicos, recurrió al testimonio de historiadores, poetas, investigadores y viajeros para revelar historias inéditas, recuperar episodios y protagonistas que fueron decisivos, datos desconocidos que exponen en "Ranchos y su comarca. Desde su prehistoria hasta 1851" la vida argentina de entonces, en sus más diversos matices.
Desde el horizonte ilimitado de cielo y paja, habitado por ciervos y ñandúes, caballadas salvajes, langostas, chajás, flamencos, tigres (yaguaretés) y cisnes de cuello negro que serían después, ambos, presa de cazadores que vendían sus cueros para exportarlos, como las plumas (aigrettes) de las garzas blancas, el autor se aventura con los pobladores a partir del 25 de abril de 1761, fecha del primer oficio del gobernador José I. de Zabala al Comandante del Fuerte San Martín.
Una minuciosa descripción de la vida en las tolderías, las correrías de los Chechehets, Picunches, Diuihets, Taluhets -que después serían denominados Pampas por los españoles-, la irrupción de los Aucas, la paz que se mantuvo hasta 1738 y la guerra de invasiones y malones desatada por "un militar altanero", la convivencia que se logró en las tres Reducciones jesuíticas desde 1740 resultan esclarecidos por sus informes sobre los hallazgos antropológicos y paleontológicos de Carlos Ameghino en paraderos indígenas, el origen de topónimos de la zona y el análisis de las lenguas vernáculas.
De 1752 datan las tres compañías originales de blandengues, uniformados en 1779 por el virrey Vértiz y que también revistaron en la segunda línea de frontera, en los fuertes de Chascomús, de los Ranchos (aquí a partir de 1781), del Monte, Luján, Salto y Rojas y en los fortines de Lobos, Navarro, Areco, Mercedes y Melincué.
Detalla la construcción -foso, empalizada, mangrullo, caramanchel, capilla- y la vida miserable en esas poblaciones y los documentos reproducidos dan cuenta de deserciones, testimonios de cautivos, permisos para cazar nutrias, pedidos de sacerdote, reglamentaciones para pulperías o para la caza de perros cimarrones, pedidos de familias pobladoras (que llegaron desde Asturias y Galicia), envío de indios a la Capital para vender sus "efectos", organización de las expediciones a las Salinas Grandes, que incluyeron hasta 600 carretas, 12.000 bueyes y 1000 hombres.
Se habla de corridas de toros -la primera en Buenos Aires ocurrió el 11 de noviembre de 1609-; la viruela que diezmó a los Chechehets; los juzgados de paz, historiados desde su creación en 1821, las atribuciones que incorporaron en la zona de frontera, la importancia que les confirió Rosas. Las fiestas de San Juan y de San Pedro y San Pablo, su tradición de las "luminarias", fogatas, quema de Judas y las "Cédulas" componen un capítulo inolvidable.
Juan Manuel de Rosas, sus hermanos Prudencio y Gervasio y la Revolución del Sud: dos aspectos del devenir administrativo, militar y político de la provincia que Moncaut encara con su conocida solvencia como historiador y sagacidad como escritor.
Su prosa penetra el pasado y revive con toda su bravía dramaticidad las carencias, las luchas, las precariedades, el dolor, el empeño, el arraigo que se traduce en una idiosincrasia que él ama y comparte.
Este libro, editado por la Municipalidad de General Paz y distribuido en escuelas de la zona, merece una difusión mayor.
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Carlos A. Moncaut es miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y autor prolífico. De su larga obra, pueden mencionarse libros como "Reminiscencias del gaucho Guillermo Enrique Hudson y breviario de los pájaros del Plata" , "Biografía del Río Salado de la Provincia de Buenos Aires" , "Estancias bonaerenses. Historia y tradición" , "Pampas y estancias. Nuevas evocaciones de la vida pastoril" , "Coronel Hilario Nicandro Lagos 1840-1895", "Reducción jesuítica de Nuestra Señora de la Concepción de los Pampas 1740-1753", "Estancias viejas: audacia, coraje y aventura" , "Pulperías, esquinas y almacenes de la campaña bonaerense" e "Inundaciones y sequías en la pampa bonaerense 1576-2001".
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viernes, 19 de diciembre de 2008

"Árboles que rodean mi casa", poema de Néstor David Malbrán


Árboles que rodean mi casa

No creo en la música,
no creo en la pintura,
no creo en las palabras que oigo,
no creo en los árboles que rodean mi casa
ni en las aguas.
No creo en la luz de la mañana,
no creo en las montañas
que no he visto,
no creo en las ciudades perdidas
o despiertas,
no creo en nada de eso, lo juro.
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domingo, 7 de diciembre de 2008

"City Bell: De calles y fronteras" por Ricardo Gil Soria

Quiero hablar de la pertenencia al lugar, ese vínculo que establecemos con nuestra geografía mas próxima, la tierra que pisamos. También de las zonas grises de frontera. Y de quienes se someten a imposiciones y de quienes se sacuden de ellas, porque necesitan sostener su identidad tal como la sienten.

Vivir en una calle que se llame 16 bis no es muy mágico que digamos, sobre todo cuando siempre las preferimos con nombre de pájaros o flores o nombradas por el cañaveral que crece en el fondo, y sería Las Cañitas; o por el pantano que hay que atravesar, y le diríamos La Pantanosa; o porque queda “a la vuelta de lo de don Lorenzo”; o La del Hornero o la de El Zorzal o Las Calandrias. “Allí vivo yo, por la calle de Los Álamos”, así me gustaría indicar el camino.

Decía que vivo en una calle que se la llama 16 bis, ni siquiera 16 a secas; bis... bissss..., como el zumbido molesto de una mosca de verano. Cuando me mudé a este barrio, para nuestra desgracia, ya estaba designada la calle del “zumbido”, y a mi casa se llegaba “por Lacroze a mitad de camino (16 bis) entre el Belgrano y el Centenario, una cuadra y media hacia Buenos Aires, entre Bélgica y San Francisco de City Bell, mano derecha”. Siguiendo al fondo, corre el arroyo Rodríguez, lo que hace que mi calle esté cortada por el Rodríguez. ¡Cuantas veces habré dado esta dirección! ¡Nunca nadie se perdió!
Viví en City Bell hasta que las autoridades municipales dispusieron modificar las fronteras y me “mudaron”.
A este barrio lo conozco desde chico, porque vivían parientes que visitábamos con frecuencia, cuando Lacroze era sólo un sendero antes de llegar al Centenario, llamado entonces -y es como si lo escuchara a mi padre- Camino del Touring. Cuando veníamos, era a City Bell; cuando compramos más tarde el lote donde edificamos, en el documento de compraventa dice: “un terreno en City Bell”; y el correo atendía en la estafeta postal del Camino Belgrano, antes del puente Venecia, en City Bell; la luz, hasta el día de hoy, se paga en City Bell; y la policía -para bien o para mal- corresponde también a la seccional de City Bell.

Me empeño en seguir viviendo en este pueblo, a pesar de que el municipio intente mudarme, trazando con lápiz en el papel la nueva localidad de pertenencia, el nuevo mapa, pasándonos alegremente a la vecina Gonnet, pueblo de buena gente, con muchos amigos, pero –insisto- yo soy de aquí, no de allí. Eso sí, me irrita la desdichada vulgaridad de algunos que bautizaron rápidamente a estos lugares como “Gonnet-Bell”. Preferimos, provocando un aire de mayor aventura y misterio, llamarnos zona gris de frontera. En ellas se habla un idioma confuso para los extraños; es un lugar de escapadas y exilios; de contrabando...

Para los recién llegados al barrio supongo que no les debe afectar mucho reacomodarse a la nueva geografía municipal, sus raíces todavía no ahondaron y son dóciles al trasplante.

Pero en ese corrimiento de fronteras no terminan los cambios. Los burócratas no pierden aliento con su urbanización a contra pelo. Y aspirando a la modernidad numeran las calles, con el argumento que es preferible así, quitando los viejos nombres que las designaban, como en la ciudad de Nueva York, dicen. Ni hablar de los homenajeadores que imponen próceres, vecinos notables, ilustres desconocidos, batallas olvidadas, países fraternos, fechas de nacimientos y de las otras.

Pero eso no es todo, un buen día numeradas las calles, borrando los nombres con que las conocimos, nos vemos perdidos en nuestro propio territorio. En mi casa, la Bélgica, que queda al sudeste, la numeraron 498 y la San Francisco, al noroeste, como 497. Y borraron las que eran Papini, Bordenave, Rivadavia, Santa Clara, Mitre, Viale, La Plata, Pérez, Vergara, Gallardo, Guanzzetti, Rocha, Patagonia, Nirvana, Güemes, Pellegrini, Cantilo, López Merino, Boston, Alvear, etc. etc. Cada uno de esos nombres alumbran en mi memoria una esquina conocida, la casa de un amigo, la panadería o la ferretería. Los números me remiten a que tenga que contar con los dedos y no llegue a saber bien cual es la esquina en la que me encuentro o la calle que busco. Ni que hablar de las calles a, b, c... con un mismo número, entonces se subleva el sentido común contra la quebrantada salud mental del funcionario que arguyó modernidad urbana.
Cuídense los de Villa Elisa, Los Hornos, los del Barrio San Lorenzo o Villa Argüello (aquel al que aplicando la misma cirugía: antes fue La Plata, ahora es Berisso) porque de un día para otro la municipalidad los puede mandar a vivir -trazando fronteras- a cualquier otro ignoto lugar y tendrán que aprender las nuevas calles, el nombre del barrio y la propia designación como habitantes de ese otro lugar.

Rivera y Santa Ana do Libramento son dos ciudades divididas por una avenida que, a su vez, divide dos países. Brasileros, con bandera verde y amarilla de un lado, y del otro uruguayos, con azul y bastones blancos.Resulta arbitrario y sorprendente que una calle limite dos países aunque se trate de una avenida muy ancha, presumiblemente con rambla al medio que hace más rotunda la división. Los de un lado son uruguayos y los del otro brasileros. Más razonable es cuando altas montañas dividen países o un río es el que se cruza o un puente y hasta el geométrico trazado de paralelos terrestres podríamos admitir como límites menos arbitrarios. Aunque sería plausible que algún día sólo fueran accidentes geográficos, cuando las fronteras se recuerden como signos prehistóricos.
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Ricardo Gil Soria es actor y director teatral. Vive, aunque algunos quieran determinar lo contrario, en City Bell.
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viernes, 5 de diciembre de 2008

"Difícil compostura", poema de Néstor David Malbrán


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Difícil compostura


Una hormiga roja
murió adentro de este libro,
está en el fondo de la página
su cuerpo.
Eligió mal el lugar, en ese borde
no será largo su sueño,
debió anhelar la tierra roja.
No eligió, al cerrar inesperadamente
el libro
deshicimos el hilo, hubo un error,
nadie lo quiso hacer, ni ella,
ni nosotros,
pero no tiene compostura, tenemos
ahora esa muerte
en el fondo de la página.


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Néstor David Malbrán nació en La Plata. Se radicó en el año 1955 en City Bell, pueblo en el que murió en la primavera de 1988. Este hermoso poema forma parte de el libro inédito “Hombre con ropas heladas”. Imagen de cabecera: texto mecanografiado por el propio autor del poema.

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miércoles, 3 de diciembre de 2008

"hacia el fondo del patio, solitario...", poema de Emiliano Cruz Luna

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hacia el fondo del patio, solitario...


hacia el fondo del patio, solitario,

un tendedero vacío muestra desdicha,
como un esqueleto de caños y de sogas
aplomado sobre un eje. Ella se acerca
carnal y erguida en sus huesos,
en los brazos un balde saciado
en prendas, viste al tendedero
con docenas de mudas y vuelve
a la casa sin sospechas tras de sí.
Entonces el viento sopla suave
hace girar al esqueleto vestido
y revolviendo su eje al mundo
le da un extraño modelo:
me dio el andar erguido de ella

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Emiliano Cruz Luna
nació en 1976. Vive en City Bell. Publicó “El poder de la marca” en 2002.
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