viernes, 13 de noviembre de 2015

Lalo Painceira, La calle Nirvana de City Bell



NUESTRO PEQUEÑO BIG SUR


“(…) tuvimos nuestro “pequeño Big Sur”: la calle Nirvana de City Bell, que bordea el arroyo Rodríguez, sobre todo las cinco primeras cuadras desde el camino General Belgrano hacia Gorina en la que se levantaban, en aquél momento, sólo dos o tres viviendas. El resto parecía naturaleza virgen. En la mano izquierda y con ingreso desde el camino Belgrano, con un inmenso parque, se levantaba la oriental mansión que perteneció al ex gobernador Rodolfo Moreno, que había sido embajador en Japón. Por eso, a los cien metros de recorrer Nirvana sorprendía sobre el arroyo, un embarcadero y una glorieta al más puro estilo nipón y no lejos, faroles y ornamentos de jardín típicamente orientales. Una escenografía. En la mano derecha de Nirvana, cubierta por una espesa arboleda, como si hubiera buscado esconderse del mundo y del ruido, Jorge Mieri había levantado su propia casa en madera. Mieri, pintor impregnado de un misticismo auténtico, cultor del silencio, solía aconsejarnos y estaba interesado por nuestros trabajos y postulados. A los pocos metros, al poco tiempo levantó su casa César Paternosto con un provocador y revolucionario diseño de Vicente Krause, muy relacionado a nuestra estética. Años más tarde se sumó la casa de Alejandro Puente. Desde ese momento el lugar fue bautizado como “el barrio de los pintores”. Hoy la calle Nirvana está tan irreconocible como la calle 51 y como la misma ciudad que nos cobijó en los ‘60. Ese Nirvana enclavado en el verde y el silencio, fue invadido por viviendas convencionales y hasta ostentosas que alojan a la pequeña burguesía platense (…)”



Lalo Painceira, “El blues de la calle 51” Ediciones EPC, 2013.
Foto: Lalo Painceira y José María Pallaoro, City Bell, 27 de septiembre de 2014.

sábado, 13 de junio de 2015

Guillermo Pilía, El niño que apuntaba a escritor


EL VIAJE SENTIMENTAL

     En reunión de familia, el niño escucha hablar de Europa. Han vuelto de un largo viaje unos parientes lejanos, se pasan fotos, se despliegan periódicos. Madrid tintinea en su oído como moneda en la taza de un ciego, como organillo de Galdós. Sopla viento en el Sena, en Nôtre Dame no está Esmeralda. Tras los palacios italianos, hay un cielo como un paño de bandera —celeste y tenso— que lo llena de melancolía. En la reunión se come, se bebe, se ríe. El niño sueña con ese mundo que aprendió a amar en los libros. Mañana crecerá, y el recuerdo de ese instante irá con él por siempre: oscuro como el agua veneciana o luminoso como la arena de Las Ventas. Nadie sabrá nunca que esa noche casual alimentará por años sus fantasías; que su imaginación repondrá lo que entonces no se dijo; que en los viajes del cuerpo —que tendrá ocasión de hacer— buscará, sin conseguirlo, el mismo cielo, la misma brisa, la misma luz; que tratará en vano de revivir —en los viajes del alma— esa soleada tristeza: la del niño que apuntaba a escritor.



Guillermo Pilía (La Plata, 1958).
Foto: Guillermo Pilía y José María Pallaoro. Mar del Plata, 12 de noviembre de 2008.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Roberto Themis Speroni, Soneto a Paula



SONETO A PAULA

   Para que alguna vez cuando yo muera
digas: "El cazador, el silencioso..."
te he de explicar por qué no maté al oso
cuando tu voz ansiosa lo exigiera.

   Primero, yo no mato en primavera;
segundo, en el invierno duerme el oso;
tercero, en el verano es tan gracioso
que no puedo matarlo aunque quisiera.

   Por eso Paula, quiero que te acuerdes
de un viejo cazador con ojos verdes
que dejó su fusil y su cuchillo

para contarte una pequeña historia
sin oso, sin angustia, sin memoria,
un cuento, nada más, claro y sencillo.




Roberto Themis Speroni (La Plata, 1922 – City Bell, 1967).
Foto: José María Pallaoro, “Sauce roto”, 2012. 

viernes, 22 de mayo de 2015

Roberto Themis Speroni, Soneto a la paloma que maté de niño



SONETO A LA PALOMA QUE MATÉ DE NIÑO


Todavía conservo entre las manos
el pequeño temblor de tu agonía,
y tu cuerpo de luz, donde cabía
la forma de los aires provincianos.

Herido ante un aliento de manzanos
cayó tu corazón, y el mediodía
se quebró en tu garganta y en la mía
con dolores opuestos y lejanos.

Dejé tu muerte azul bajo un ciruelo.
El verano cruzaba por el cielo,
jinete de un delgado escalofrío.

La infancia se me fue con el asombro,
por eso, cuando en pájaros te nombro,
tu corazón regresa con el mío.


Roberto Themis Speroni (La Plata, 1922 – City Bell, 1967).

Foto: José María Pallaoro, “Taller”.

viernes, 24 de abril de 2015

José María Pallaoro, Entre sábanas inmaculadas


UN TIPO ORIENTADO

          Esto fue por el año 1943 más o menos. Y todavía me pregunto cómo pude abrir esa puerta y en cómo perdí el sentido de la orientación. Yo que siempre fui un tipo orientado. Iba a visitar a Exaltación, un sábado, y el domingo tenía que ir al cuartel en Campo de Mayo. Así era la cosa, un amigo, compañero del Colegio San José de Rosario, del que seguramente habrán oído hablar, un tal Pagura; resulta que el susodicho trabajaba en una fábrica de muebles llamada Cavarossi, así nomás, con doble ese. Pagura vivía en pleno centro con otro muchacho, yo no llegué a ir a esa pensión porque trabajaba. Venía por la Nueve de Julio y ahí en Avenida de Mayo me cambiaba en lo de Pagura, y venía a City Bell. Esto era el sábado; al día siguiente, volvía; en ese tiempo estaba el Expreso Buenos Aires. Yo me cambio y Pagura me da la llave para que pudiera entrar. Voy a City Bell, hice todo lo que tenía que hacer, vuelvo, bajé, agarré la llave que me dio Pagura, y trato de abrir la puerta, y no abre. Una y otra vez intento, y la llave entra mal, no gira. Media hora intentando abrir y pensando de este amigo mío, Pagura, pienso de Pagura, este turro vaya a saber qué llave me dio. Media hora queriendo abrir, y pensando, y puteando por lo bajo. En una de esas llega un señor con la llave correcta, y abre. Subo al segundo piso y lo primero que veo al abrir la puerta, porque la puerta la abrí, veo, no sé… Salgo disparado, bajo, y me pongo a reflexionar en la entrada del edificio, para sacarme el tema de encima ¿viste?, y llego a la conclusión de que me equivoqué de entrada. Miré mejor y me ubiqué; abro la puerta, subo, vuelvo a abrir, y veo a Pagura que está durmiendo, ahora sí, entre sábanas inmaculadas.


En “El flautista de City Bell”, 2015.

lunes, 23 de febrero de 2015

José María Pallaoro, El tronar de las campanas

EL TRONAR DE LAS CAMPANAS


     El Loco no se parece a un loco, es lo más semejante a un ser normal, de esos que se levantan temprano a la mañana, ceban unos mates a la patrona, y luego de besarlas en la mejilla, salen al trabajo sin otra preocupación que la de cumplir con la familia. En verdad, el Loco, a simple vista, distaba lejos de serlo, y nunca rompía las pelotas; vaya a saber el por qué del apodo. Más allá de esto, el Loco estaba soberbiamente loco, nadie lo percibía, pero nadie.

     Aclaro, no tengo enemistad personal hacia este tipo, aunque la verdad nunca tragué su omnipotencia. No, no vayan a pensar en envidia o celos, no, nada de eso, digamos que había en él algo molesto, como afeminado, como poco hombre. Llegaba al Campanario a la misma hora, una molestia inmensa esa espera. Acomodaba en el taburete su humanidad, apoyaba el brazo izquierdo en la barra y pedía lo de siempre.

     Lo de siempre, decía.

     Le gustaban demasiado las historietas, de ahí el modismo de galán dibujado. Las chicas, ansiosas, sentían una atracción no disimulada. Él, después del segundo vaso, las miraba, una por una las miraba, hasta que sus ojos de fuego se detenían en alguna de ellas, siempre distintas, bellas, jóvenes. La señorita caminaba como por una pasarela y se acurrucaba a su lado. Tomaban otra copa, reían, y, echando chispas, sus sombras desaparecían en uno de los agujeros del fondo.

     Un día el Loco dejó de aparecer. Las malas lenguas de barrio Güemes contaron que un vecino lo ubicó, ya tirado, en una zanja, a pocas cuadras del Campanario, con los huevos en la boca. 

sábado, 14 de febrero de 2015

Ana Cecilia Prenz Kopušar presentó Cruzando el río en bicicleta en Villa Elisa



“Cruzando el río en bicicleta” es una novela de prosa ágil, contagiosa, donde Ana Cecilia Prenz Kopušar cuenta su avatar existencial, que abarcan desde su infancia hasta sus años adultos. Son vivencias experimentadas en tres países y tres lenguas diferentes, con sus encuentros y desencuentros con cada nuevo lugar, sus alegrías y tristezas, su nostalgia por lo que ha dejado atrás y su amor por los nuevos espacios, todo ello sin inútiles retóricas y con una envidiable sencillez narrativa. Aquí las presencias familiares, con sus tragedias y comedias, las dificultades del exilio (sus padres son argentinos, escritores y profesores universitarios), la iniciación en cada nueva lengua y muchas otras circunstancias, que el lector irá conociendo, convergen en una escritura que desnuda la profundidad de cada instante vivido. A través de las vicisitudes narradas, el lector descubrirá que se trata de una novela de formación en la cual la protagonista cuenta la forja de su carácter y de su personalidad. Argentina, la ex Yugoslavia e Italia constituyen los referentes geográficos de esta novela bella y emotiva, en la que se transparenta una realidad que parece hablar por sí sola de la compleja identidad de la narradora. Por otra parte, las vivencias personales van más allá y se hacen trascendentes para convertirse en símbolo y retrato de una época. Las verdaderas historias se cuentan por si mismas, dijo Francis Scott Fitzgerald. Es decir, son transparentes y, por lo tanto, la maestría de un autor consiste en llevarlas al papel con sencillez, no pervertirlas con vanos juegos literarios. Prenz Kopušar asume con delicadeza este deber y, con ello, salva ese antiguo dicho que reza: contar ha sido el placer de los dioses y una gran ambición humana.

Ana Cecilia Prenz Kopušar y José María Pallaoro en Libros Villa Elisa

lunes, 2 de febrero de 2015

Ana Cecilia Prenz Kopušar, presenta su primera novela en Villa Elisa y City Bell

La escritora y traductora argentina nacida en Serbia, Ana Cecilia Prenz Kopušar, presenta su primera novela en Villa Elisa y City Bell: 












El viernes 13 de febrero a las 19 hs., en la librería de Villa Elisa ubicada en calle 42 entre 5 y 6, se presenta la novela “Cruzando el río en bicicleta” de la escritora y traductora argentina nacida en Serbia, Ana Cecilia Prenz Kopušar. El libro acaba de ser publicado por el sello editorial de City Bell Libros de la talita dorada, dirigido por el escritor citibellense José María Pallaoro. El sábado 14 a las 18:30 hs., la escritora leerá fragmentos de su obra en el Espacio Cultural La Poesía de City Bell. Para este último encuentro, solicitar información al teléfono 15 613 4626.