y recordá la vida no es más que estos pedazos de nosotros compartidos con los demás
sábado, 5 de diciembre de 2015
viernes, 13 de noviembre de 2015
Lalo Painceira, La calle Nirvana de City Bell
NUESTRO PEQUEÑO BIG SUR
“(…) tuvimos
nuestro “pequeño Big Sur”: la calle Nirvana de City Bell, que bordea el arroyo
Rodríguez, sobre todo las cinco primeras cuadras desde el camino General
Belgrano hacia Gorina en la que se levantaban, en aquél momento, sólo dos o
tres viviendas. El resto parecía naturaleza virgen. En la mano izquierda y con
ingreso desde el camino Belgrano, con un inmenso parque, se levantaba la
oriental mansión que perteneció al ex gobernador Rodolfo Moreno, que había sido
embajador en Japón. Por eso, a los cien metros de recorrer Nirvana sorprendía
sobre el arroyo, un embarcadero y una glorieta al más puro estilo nipón y no
lejos, faroles y ornamentos de jardín típicamente orientales. Una escenografía.
En la mano derecha de Nirvana, cubierta por una espesa arboleda, como si
hubiera buscado esconderse del mundo y del ruido, Jorge Mieri había levantado
su propia casa en madera. Mieri, pintor impregnado de un misticismo auténtico,
cultor del silencio, solía aconsejarnos y estaba interesado por nuestros
trabajos y postulados. A los pocos metros, al poco tiempo levantó su casa César
Paternosto con un provocador y revolucionario diseño de Vicente Krause, muy
relacionado a nuestra estética. Años más tarde se sumó la casa de Alejandro
Puente. Desde ese momento el lugar fue bautizado como “el barrio de los
pintores”. Hoy la calle Nirvana está tan irreconocible como la calle 51 y como
la misma ciudad que nos cobijó en los ‘60. Ese Nirvana enclavado en el verde y
el silencio, fue invadido por viviendas convencionales y hasta ostentosas que
alojan a la pequeña burguesía platense (…)”
Lalo Painceira, “El blues de la calle 51”
Ediciones EPC, 2013.
Foto: Lalo Painceira y José María Pallaoro,
City Bell, 27 de septiembre de 2014.
sábado, 13 de junio de 2015
Guillermo Pilía, El niño que apuntaba a escritor
EL VIAJE SENTIMENTAL
En reunión de familia, el niño escucha hablar de Europa. Han vuelto de un largo
viaje unos parientes lejanos, se pasan fotos, se despliegan periódicos. Madrid
tintinea en su oído como moneda en la taza de un ciego, como organillo de
Galdós. Sopla viento en el Sena, en Nôtre Dame no está Esmeralda. Tras los
palacios italianos, hay un cielo como un paño de bandera —celeste y tenso— que
lo llena de melancolía. En la reunión se come, se bebe, se ríe. El niño sueña
con ese mundo que aprendió a amar en los libros. Mañana crecerá, y el recuerdo
de ese instante irá con él por siempre: oscuro como el agua veneciana o
luminoso como la arena de Las Ventas. Nadie sabrá nunca que esa noche casual
alimentará por años sus fantasías; que su imaginación repondrá lo que entonces
no se dijo; que en los viajes del cuerpo —que tendrá ocasión de hacer— buscará,
sin conseguirlo, el mismo cielo, la misma brisa, la misma luz; que tratará en
vano de revivir —en los viajes del alma— esa soleada tristeza: la del niño que
apuntaba a escritor.
Guillermo
Pilía (La Plata, 1958).
Foto: Guillermo Pilía
y José María Pallaoro. Mar del Plata, 12 de noviembre de 2008.
miércoles, 27 de mayo de 2015
Roberto Themis Speroni, Soneto a Paula
SONETO A PAULA
Para que alguna vez cuando yo muera
digas: "El cazador, el silencioso..."
te he de explicar por qué no maté al oso
cuando tu voz ansiosa lo exigiera.
Primero, yo no mato en primavera;
segundo, en el invierno duerme el oso;
tercero, en el verano es tan gracioso
que no puedo matarlo aunque quisiera.
Por eso Paula, quiero que te acuerdes
de un viejo cazador con ojos verdes
que dejó su fusil y su cuchillo
para contarte una pequeña historia
sin oso, sin angustia, sin memoria,
un cuento, nada más, claro y sencillo.
Roberto Themis Speroni (La Plata, 1922 – City Bell, 1967).
Foto: José María Pallaoro, “Sauce roto”, 2012.
viernes, 22 de mayo de 2015
Roberto Themis Speroni, Soneto a la paloma que maté de niño
SONETO
A LA PALOMA QUE MATÉ DE NIÑO
Todavía
conservo entre las manos
el
pequeño temblor de tu agonía,
y
tu cuerpo de luz, donde cabía
la
forma de los aires provincianos.
Herido
ante un aliento de manzanos
cayó
tu corazón, y el mediodía
se
quebró en tu garganta y en la mía
con
dolores opuestos y lejanos.
Dejé
tu muerte azul bajo un ciruelo.
El
verano cruzaba por el cielo,
jinete
de un delgado escalofrío.
La
infancia se me fue con el asombro,
por
eso, cuando en pájaros te nombro,
tu
corazón regresa con el mío.
Roberto Themis Speroni (La Plata, 1922 –
City Bell, 1967).
Foto: José María Pallaoro, “Taller”.
viernes, 24 de abril de 2015
José María Pallaoro, Entre sábanas inmaculadas
UN
TIPO ORIENTADO
Esto fue por el año
1943 más o menos. Y todavía me pregunto cómo pude abrir esa puerta y en cómo
perdí el sentido de la orientación. Yo que siempre fui un tipo orientado. Iba a
visitar a Exaltación, un sábado, y el domingo tenía que ir al cuartel en Campo
de Mayo. Así era la cosa, un amigo, compañero del Colegio San José de Rosario, del
que seguramente habrán oído hablar, un tal Pagura; resulta que el susodicho
trabajaba en una fábrica de muebles llamada Cavarossi, así nomás, con doble
ese. Pagura vivía en pleno centro con otro muchacho, yo no llegué a ir a esa
pensión porque trabajaba. Venía por la Nueve de Julio y ahí en Avenida de Mayo
me cambiaba en lo de Pagura, y venía a City Bell. Esto era el sábado; al día
siguiente, volvía; en ese tiempo estaba el Expreso Buenos Aires. Yo me cambio y
Pagura me da la llave para que pudiera entrar. Voy a City Bell, hice todo lo
que tenía que hacer, vuelvo, bajé, agarré la llave que me dio Pagura, y trato
de abrir la puerta, y no abre. Una y otra vez intento, y la llave entra mal, no
gira. Media hora intentando abrir y pensando de este amigo mío, Pagura, pienso
de Pagura, este turro vaya a saber qué llave me dio. Media hora queriendo
abrir, y pensando, y puteando por lo bajo. En una de esas llega un señor con la
llave correcta, y abre. Subo al segundo piso y lo primero que veo al abrir la
puerta, porque la puerta la abrí, veo, no sé… Salgo disparado, bajo, y me pongo
a reflexionar en la entrada del edificio, para sacarme el tema de encima ¿viste?,
y llego a la conclusión de que me equivoqué de entrada. Miré mejor y me ubiqué;
abro la puerta, subo, vuelvo a abrir, y veo a Pagura que está durmiendo, ahora
sí, entre sábanas inmaculadas.
En “El flautista de
City Bell”, 2015.
lunes, 23 de febrero de 2015
José María Pallaoro, El tronar de las campanas
EL TRONAR DE LAS CAMPANAS
El Loco no
se parece a un loco, es lo más semejante a un ser normal, de esos que se
levantan temprano a la mañana, ceban unos mates a la patrona, y luego de
besarlas en la mejilla, salen al trabajo sin otra preocupación que la de
cumplir con la familia. En verdad, el Loco, a simple vista, distaba lejos de
serlo, y nunca rompía las pelotas; vaya a saber el por qué del apodo. Más allá
de esto, el Loco estaba soberbiamente loco, nadie lo percibía, pero nadie.
Aclaro, no
tengo enemistad personal hacia este tipo, aunque la verdad nunca tragué su
omnipotencia. No, no vayan a pensar en envidia o celos, no, nada de eso,
digamos que había en él algo molesto, como afeminado, como poco hombre. Llegaba
al Campanario a la misma hora, una molestia inmensa esa espera. Acomodaba en el
taburete su humanidad, apoyaba el brazo izquierdo en la barra y pedía lo de
siempre.
Lo de
siempre, decía.
Le gustaban
demasiado las historietas, de ahí el modismo de galán dibujado. Las chicas,
ansiosas, sentían una atracción no disimulada. Él, después del segundo vaso,
las miraba, una por una las miraba, hasta que sus ojos de fuego se detenían en
alguna de ellas, siempre distintas, bellas, jóvenes. La señorita caminaba como
por una pasarela y se acurrucaba a su lado. Tomaban otra copa, reían, y,
echando chispas, sus sombras desaparecían en uno de los agujeros del fondo.
Un día el
Loco dejó de aparecer. Las malas lenguas de barrio Güemes contaron que un
vecino lo ubicó, ya tirado, en una zanja, a pocas cuadras del Campanario, con
los huevos en la boca.
sábado, 14 de febrero de 2015
Ana Cecilia Prenz Kopušar presentó Cruzando el río en bicicleta en Villa Elisa
“Cruzando el río en bicicleta” es una novela de prosa ágil, contagiosa, donde Ana Cecilia Prenz Kopušar cuenta su avatar existencial, que abarcan desde su infancia hasta sus años adultos. Son vivencias experimentadas en tres países y tres lenguas diferentes, con sus encuentros y desencuentros con cada nuevo lugar, sus alegrías y tristezas, su nostalgia por lo que ha dejado atrás y su amor por los nuevos espacios, todo ello sin inútiles retóricas y con una envidiable sencillez narrativa. Aquí las presencias familiares, con sus tragedias y comedias, las dificultades del exilio (sus padres son argentinos, escritores y profesores universitarios), la iniciación en cada nueva lengua y muchas otras circunstancias, que el lector irá conociendo, convergen en una escritura que desnuda la profundidad de cada instante vivido. A través de las vicisitudes narradas, el lector descubrirá que se trata de una novela de formación en la cual la protagonista cuenta la forja de su carácter y de su personalidad. Argentina, la ex Yugoslavia e Italia constituyen los referentes geográficos de esta novela bella y emotiva, en la que se transparenta una realidad que parece hablar por sí sola de la compleja identidad de la narradora. Por otra parte, las vivencias personales van más allá y se hacen trascendentes para convertirse en símbolo y retrato de una época. Las verdaderas historias se cuentan por si mismas, dijo Francis Scott Fitzgerald. Es decir, son transparentes y, por lo tanto, la maestría de un autor consiste en llevarlas al papel con sencillez, no pervertirlas con vanos juegos literarios. Prenz Kopušar asume con delicadeza este deber y, con ello, salva ese antiguo dicho que reza: contar ha sido el placer de los dioses y una gran ambición humana.
Ana Cecilia Prenz Kopušar y José María Pallaoro en Libros Villa Elisa
lunes, 2 de febrero de 2015
Ana Cecilia Prenz Kopušar, presenta su primera novela en Villa Elisa y City Bell
La escritora y traductora argentina nacida en
Serbia, Ana Cecilia Prenz Kopušar, presenta su primera novela en Villa Elisa y
City Bell:
El viernes 13 de febrero a las 19 hs., en la
librería de Villa Elisa ubicada en calle 42 entre 5 y 6, se presenta la novela
“Cruzando el río en bicicleta” de la escritora y traductora argentina nacida en
Serbia, Ana Cecilia Prenz Kopušar. El libro acaba de ser publicado por el sello
editorial de City Bell Libros de la talita dorada, dirigido por el escritor
citibellense José María Pallaoro. El sábado 14 a las 18:30 hs., la escritora leerá
fragmentos de su obra en el Espacio Cultural La Poesía de City Bell. Para este
último encuentro, solicitar información al teléfono 15 613 4626.
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