lunes, 12 de octubre de 2020

RODOLFO LUNA Las únicas fronteras

 
 

CITY BELL

 

     Mi casa no tenía llave. Las únicas fronteras eran el arroyo tras el maizal, más allá de la iglesia, y la noche. La anchura del mundo podía alcanzarse en bicicleta. Las nubes, con papel de colores, caña, piolín y viento. Se olía la lluvia antes de mojarse y el amor antes de la ausencia. Las guerras eran de barro. Los perros tenían nombre y apellido, Dayton Vargas. Querosén y sabañones era invierno. Colchones destripados al sol era verano. Por la calle pasaban las procesiones, las tropillas y las revoluciones. Libábamos el néctar de las madreselvas.


     Mi infancia no tuvo llaves ni fronteras.

 

Foto: jmp