domingo, 7 de diciembre de 2008

"City Bell: De calles y fronteras" por Ricardo Gil Soria

Quiero hablar de la pertenencia al lugar, ese vínculo que establecemos con nuestra geografía mas próxima, la tierra que pisamos. También de las zonas grises de frontera. Y de quienes se someten a imposiciones y de quienes se sacuden de ellas, porque necesitan sostener su identidad tal como la sienten.

Vivir en una calle que se llame 16 bis no es muy mágico que digamos, sobre todo cuando siempre las preferimos con nombre de pájaros o flores o nombradas por el cañaveral que crece en el fondo, y sería Las Cañitas; o por el pantano que hay que atravesar, y le diríamos La Pantanosa; o porque queda “a la vuelta de lo de don Lorenzo”; o La del Hornero o la de El Zorzal o Las Calandrias. “Allí vivo yo, por la calle de Los Álamos”, así me gustaría indicar el camino.

Decía que vivo en una calle que se la llama 16 bis, ni siquiera 16 a secas; bis... bissss..., como el zumbido molesto de una mosca de verano. Cuando me mudé a este barrio, para nuestra desgracia, ya estaba designada la calle del “zumbido”, y a mi casa se llegaba “por Lacroze a mitad de camino (16 bis) entre el Belgrano y el Centenario, una cuadra y media hacia Buenos Aires, entre Bélgica y San Francisco de City Bell, mano derecha”. Siguiendo al fondo, corre el arroyo Rodríguez, lo que hace que mi calle esté cortada por el Rodríguez. ¡Cuantas veces habré dado esta dirección! ¡Nunca nadie se perdió!
Viví en City Bell hasta que las autoridades municipales dispusieron modificar las fronteras y me “mudaron”.
A este barrio lo conozco desde chico, porque vivían parientes que visitábamos con frecuencia, cuando Lacroze era sólo un sendero antes de llegar al Centenario, llamado entonces -y es como si lo escuchara a mi padre- Camino del Touring. Cuando veníamos, era a City Bell; cuando compramos más tarde el lote donde edificamos, en el documento de compraventa dice: “un terreno en City Bell”; y el correo atendía en la estafeta postal del Camino Belgrano, antes del puente Venecia, en City Bell; la luz, hasta el día de hoy, se paga en City Bell; y la policía -para bien o para mal- corresponde también a la seccional de City Bell.

Me empeño en seguir viviendo en este pueblo, a pesar de que el municipio intente mudarme, trazando con lápiz en el papel la nueva localidad de pertenencia, el nuevo mapa, pasándonos alegremente a la vecina Gonnet, pueblo de buena gente, con muchos amigos, pero –insisto- yo soy de aquí, no de allí. Eso sí, me irrita la desdichada vulgaridad de algunos que bautizaron rápidamente a estos lugares como “Gonnet-Bell”. Preferimos, provocando un aire de mayor aventura y misterio, llamarnos zona gris de frontera. En ellas se habla un idioma confuso para los extraños; es un lugar de escapadas y exilios; de contrabando...

Para los recién llegados al barrio supongo que no les debe afectar mucho reacomodarse a la nueva geografía municipal, sus raíces todavía no ahondaron y son dóciles al trasplante.

Pero en ese corrimiento de fronteras no terminan los cambios. Los burócratas no pierden aliento con su urbanización a contra pelo. Y aspirando a la modernidad numeran las calles, con el argumento que es preferible así, quitando los viejos nombres que las designaban, como en la ciudad de Nueva York, dicen. Ni hablar de los homenajeadores que imponen próceres, vecinos notables, ilustres desconocidos, batallas olvidadas, países fraternos, fechas de nacimientos y de las otras.

Pero eso no es todo, un buen día numeradas las calles, borrando los nombres con que las conocimos, nos vemos perdidos en nuestro propio territorio. En mi casa, la Bélgica, que queda al sudeste, la numeraron 498 y la San Francisco, al noroeste, como 497. Y borraron las que eran Papini, Bordenave, Rivadavia, Santa Clara, Mitre, Viale, La Plata, Pérez, Vergara, Gallardo, Guanzzetti, Rocha, Patagonia, Nirvana, Güemes, Pellegrini, Cantilo, López Merino, Boston, Alvear, etc. etc. Cada uno de esos nombres alumbran en mi memoria una esquina conocida, la casa de un amigo, la panadería o la ferretería. Los números me remiten a que tenga que contar con los dedos y no llegue a saber bien cual es la esquina en la que me encuentro o la calle que busco. Ni que hablar de las calles a, b, c... con un mismo número, entonces se subleva el sentido común contra la quebrantada salud mental del funcionario que arguyó modernidad urbana.
Cuídense los de Villa Elisa, Los Hornos, los del Barrio San Lorenzo o Villa Argüello (aquel al que aplicando la misma cirugía: antes fue La Plata, ahora es Berisso) porque de un día para otro la municipalidad los puede mandar a vivir -trazando fronteras- a cualquier otro ignoto lugar y tendrán que aprender las nuevas calles, el nombre del barrio y la propia designación como habitantes de ese otro lugar.

Rivera y Santa Ana do Libramento son dos ciudades divididas por una avenida que, a su vez, divide dos países. Brasileros, con bandera verde y amarilla de un lado, y del otro uruguayos, con azul y bastones blancos.Resulta arbitrario y sorprendente que una calle limite dos países aunque se trate de una avenida muy ancha, presumiblemente con rambla al medio que hace más rotunda la división. Los de un lado son uruguayos y los del otro brasileros. Más razonable es cuando altas montañas dividen países o un río es el que se cruza o un puente y hasta el geométrico trazado de paralelos terrestres podríamos admitir como límites menos arbitrarios. Aunque sería plausible que algún día sólo fueran accidentes geográficos, cuando las fronteras se recuerden como signos prehistóricos.
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Ricardo Gil Soria es actor y director teatral. Vive, aunque algunos quieran determinar lo contrario, en City Bell.
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7 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, estimado Gil Soria. Entonces, organicémonos para tratar de que no hagan con nuestro querido pueblo un lugar sin memoria. Un abrazo desde el otro lado del arroyo,
Ángel

Rolando Revagliatti dijo...

Un gusto leer este texto tuyo, Ricardo.
Te recordaré que hemos sido compañeros en un grupo de Dinámica del Esquema Corporal más bien al finalizar los sesentas. Berta Roth era la docente.
Ya que estamos con la dirección de tu casa, me agradaría que me la facilitaras y me agradaría obsequiarte uno de mis poemarios.
Grande el saludo para vos desde el barrio de Flores.


Rolando Revagliatti
Bogotá 2466
1406 Buenos Aires
4611-3865
http://www.revagliatti.com.ar
rolandorevagliatti@gmail.com

Anónimo dijo...

Este correo es una pequeña reflexión sobre el lindísimo texto de Ricardo Gil Soria sobre City Bell y sus calles rebautizadas. Me sigo preocupando tal cual lo he manifestado en este espacio por la peligrosa confusión que genera llamar pueblo a un barrio platense. Lo hemos debatido brevemente con Pallaoro. Tal vez Ricardo quiera reflexionar conmigo sobre esta cuestión.
Lalo González

LAO dijo...

Me gustaron mucho estos comentarios,
los que llegaron no sé como a mi casilla.El asunto es que me crié en la calle 3 y PELLEGRINI (tengo 62) donde permanecen mis raíces.Frente al terreno del ombú, donde ataba mi yegua tobiana, y domaban sus caballos
los hermanos Lima y donde José Pallaoro, si no me engaña la memoria,jugó a la pelota...
era el hermano menor de Hugo y Luis. En ese terreno se pusieron los tranvías para hacer una escuela que hoy se llama Fray Mamerto Squiú. Mi esposa se llama Adela West (de los West Ocampo) y yo soy Lao Paunero y tengo mi propio blog (lao escribe) al que me gustaría lo visitaran,opinaran y estableciéramos contacto. Dios dirá qué podrá salir de ésto, pero gracias por la ocasión, estoy a disposición.

José María Pallaoro dijo...

Ángel de City Bell: Dicen que la organización vence al tiempo. Pues bien: organicémonos.

Rolando: Gracias por escribir (y perdón por la confusión de blogs y etc., estrés de fin de año que le dicen). El mensaje fue enviado a Ricardo así que dentro de poco habrá respuesta. Un abrazo grande y todo el bien para vos.

Lalo: El tema ya está planteado. Esperemos la respuesta de Ricardo. Y nosotros la seguimos en cualquier momento. Un fuerte abrazo, desde el pueblo de Roberto T. Speroni, siempre.

Lao: Así es: jugaba a la pelota en ese lugar. Recuerdo (o por lo menos creo recordar) El ombú. Hermoso el City Bell de esos años (hablo del lugar, no de las cosas que estaban ocurriendo en el país, el tema da para largo). La idea de POESÍA CITY BELL es la de recuperar historias o miradas como la de Ricardo, más allá de los poemas (¡y vivieron grandes poetas en City Bell!). Las puertas están abiertas, el mate caliente, y ganas de reflexionar, abrazo, jm

Anónimo dijo...

Desde Salta un saludo, te acordas del pesebre de la esperanza.
Jorge del pozo jorgedelpozo@hotmail.com

Anónimo dijo...

YO VIVÍA EN 496 Y 16 BIS ,Y RECUERDO , REGRESANDO DE LA PLATA EN EL EXPRESO BS. AS A MI MADRE DICIÉNDOLE AL CHOFER LA PARADA :"LOS ÁRBOLES POR FAVOR"