SONETO
A LA PALOMA QUE MATÉ DE NIÑO
Todavía
conservo entre las manos
el
pequeño temblor de tu agonía,
y
tu cuerpo de luz, donde cabía
la
forma de los aires provincianos.
Herido
ante un aliento de manzanos
cayó
tu corazón, y el mediodía
se
quebró en tu garganta y en la mía
con
dolores opuestos y lejanos.
Dejé
tu muerte azul bajo un ciruelo.
El
verano cruzaba por el cielo,
jinete
de un delgado escalofrío.
La
infancia se me fue con el asombro,
por
eso, cuando en pájaros te nombro,
tu
corazón regresa con el mío.
Roberto Themis Speroni (La Plata, 1922 –
City Bell, 1967).
Foto: José María Pallaoro, “Taller”.
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