sábado, 29 de junio de 2019

RODOLFO LUNA No hay apagón que pueda contra el amor del mundo




LUZ QUE PERSISTE


   –Mirá lo que me dejaron en casa.
   La Tana me manda un wsp el sábado, apenas después de que Edelap nos hiciera la noche durante cinco días.
   La Tana, mi vecina, tiene un corazón solidario que cuelga todos los días, antes de irse a trabajar, de un cable tendido entre dos árboles de la vereda. “Si tenés frío, tomá lo que necesites”, dice el cartel pintado a mano junto a la ropa, los calzados, las mantas que deja para los olvidados por la crueldad de este tiempo egoísta. “Si querés colaborar, traé lo que ya no uses”.
   Cuando murió mamá le llevé dos cajas con sacos, blusas, pantalones, zapatos y carteras.
   –Estaba en una de las carteras que me trajiste. No me di cuenta, pero alguien que la tomó lo encontró dentro y me lo dejó por debajo del portón.
   En medio de la oscuridad, del invierno, de la incertidumbre, la Tana me manda la foto del DNI de mamá. El que había sacado hace un tiempo para reemplazar al viejo DNI librito y que creíamos perdido. Mi hermana menor y yo, apoderados para diversos trámites, usábamos el DNI antiguo desde entonces y fue el que entregamos en la funeraria.
   Mamá nos mira con sonrisa pícara, como si el día que le sacaron la foto ya supiera que nos iba a sorprender hoy con su mirada luminosa. Nos dice que no hay apagón que pueda contra el amor del mundo.



MIRUH ALMEIDA 5 de mayo de 1924 - 20 de mayo de 2019

Fotos: Rodolfo Luna

miércoles, 22 de mayo de 2019

OLGA EDITH ROMERO Ese árbol que está en la vereda





Ese árbol que está en la vereda
con ramas cada vez más cercanas al cielo
que intenta enganchar las nubes que pasan
lo plantó mi padre.

Era un pequeño fresno
frágil como patas de potrillo
recién nacido.

Creció sin una guía
pero con los años se fue enderezando
Y ahora protege la casa del sol intenso del verano
y de los azotes del viento.

Canta por las mañanas con voz de zorzales y calandrias,
se arrulla al atardecer como paloma
y ríe en los días de lluvia con el hornero.

Cuelgan de sus ramas esperanzas
y deseos que brillan con la luz de cada día.

En otoño me regala su lluvia dorada
que se extiende en alfombra crujiente.
Y en primavera hace notar sus brotes
que arroja divertidamente para hacer trabajar a la escoba.

Mi padre ya no está pero ha dejado
un guardián en el frente de mi casa
que balancea tenuemente sus ramas cuando paso.
Y que en las noches
muestra la luna y las estrellas
espiando entre sus brazos de gigante.

El fresno es un tótem
con la fortaleza que tuvo mi padre
para cruzar la vida y deslizarse sin temor
al infinito.


Olga Edith Romero nació en La Plata el 4 de octubre de 1949. Vive en City Bell.
Foto: OER

jueves, 28 de marzo de 2019

JOSÉ MARÍA PALLAORO CITY BELL, 28 DE MARZO DE 1968

Queridos simples de la infancia


CITY BELL, 28 DE MARZO DE 1968

   Habrá sido un viernes o un sábado. No lo sé. Ayer hablé con Emilia. En realidad antes lo había hecho con Juan. No se acordaba. Ni siquiera el año se acordaba. Yo pensaba que fue en 1970. Pero no. ¿Había llegado el hombre a la Luna? "No lo sé, che. Tengo 73" (y no hablaba de una fugaz primavera).

   La calle 15 seguía de tierra. Al Gordini lo pintaron con cal y palabras y buenos deseos y anudaron latas a hilos de algodón que ataron al paragolpe trasero. Emilia prometió que iba a mostrarme las fotos. Y me confirmó el día: 28 de marzo de 1968. No le pregunté si fue viernes o sábado. Ellos se casaban. Hoy se cumplen 40 años. En esos días yo andaba por los nueve y un mes exactos. Y esa noche me enamoré por primera vez.

   Jamás lo había contado. Tal vez no me lo hayan preguntado (y eso que es una buena pregunta), aunque sé que el asunto sólo a mí puede interesarme. "No se dio la oportunidad", posiblemente hubiese dicho mi madre antes del ACV.

   El tiempo hace que la carga vaya siendo más liviana. Por eso quiero decir que un 28 de marzo de 1968 me enamoré por primera vez. Dudaba un poco. Porque creía que la mujer que me hizo conocer el dolor del amor no correspondido había sido María Inés. Pero no. No. Con María Inés fue por el ‘70, o por el ‘71. Antes de entrar al secundario.

   Pero, qué cosa ¿no? Recordar el día exacto que me enamoré por primera vez. Y el hombre aún no había llegado a la Luna. No, no voy a discutir las diferentes teorías acerca del tema. La verdad es que nada me importó la banderita del imperio flameando en el suelo lunar. Para mí la “luna” es la de Li Po o la de Tuñón. Hoy y siempre.

   Yo creía que la primera vez que me enamoré estaba bigoteando. Ahora sé que la rima de la lluvia tenía mis años, y que me gustaba encender el fuego escuchando Penny Lane porque lo único que se necesita es amor (la sed verdadera todavía no me había hecho tomar el tren hacia el sur), y la creencia de aguas claras no sonaban en el Winco, aunque las chicas hacían ruido en el Whisky a Go Go junto a Johnny Rivers (¡guau, micifuz!, ¡todavía conservo ese disco!), y no había necesidad de pintar el universo de negro porque todo comenzaba a ser color.

   Hubo un tiempo, muy breve, que los Rolling me gustaron más que los Beatles. Quizás porque los simples de los Stones que traían mis hermanos mayores (adolescentes en ese momento) tenían un sonido más crudo, más bluseado, más "negro". Igual el trayecto de las piedras rodantes fue cortito como patada de chancho (mi signo zodiacal chino) y las cosas volvieron a tomar su cauce: ¡Nunca sus majestades satánicas podían gustarme más que esos muchachos que cantaron a los hijos de la madre naturaleza!

   Había mucha familia en casa de mis queridos tíos. Y también se encontraba la chica de la que me enamoré por primera vez. Tenía el pelo como oscurecido de nubes y a pesar de eso se parecía a Susanita. No deseo ser tan malo, digamos que una mezcla de Susanita y Mafalda. Físicamente más parecida a Mafalda.

   Me quedé casi toda la noche en el jardín. Y la veía pasar por el largo y sinuoso camino que iba desde la casa hasta el quincho. Iba y venía, una y otra vez, la chica de la que me enamoré por primera vez.

   Caminaba ligero y derechita como caña de bambú, con nueve años (casi diez) tenía personalidad. No recuerdo si llegamos a hablar, a decirnos algo. Siempre fui muy tímido y en esos años tartamudeaba, así que supongo que si alguien habló fue ella. Aunque no lo puedo asegurar.

   Voy a esperar a que Emilia me muestre las fotos. La quiero ver a ella, y me quiero ver. No, no puedo creer en eso de que las fotografías quitan el alma a las personas. Tal vez haya quedado algo de nosotros en esos tarjetones amarillentos. Sí, después la vi infinitas veces. Pero nunca le dije que fue la chica de la que me enamoré por primera vez.

   Ahora se lo estoy diciendo.

domingo, 3 de junio de 2018

DEBY DEL TUFO Mi padre, Héctor Del Tufo en vida



HÉCTOR DEL TUFO EN VIDA

Me cuesta mucho escribir en este momento, pero no quiero dejar de pasar la oportunidad de invitarlos este Viernes 1ro de Junio a las 18hs, a la Santa Misa en memoria de mi papá Héctor Antonio Del Tufo, en la Parroquia Inmaculado Corazón de María de City Bell. Luego de la misa, depositaremos sus cenizas, en el cinerario de la iglesia.

El viernes será el encuentro agridulce entre el amor, el recuerdo y la felicidad, y el dolor, la ausencia y la tristeza más absoluta. Antes que nada quisiera dar las gracias, en nombre de toda mi familia, por todas las muestras de afecto y gestos para con nosotros. Si nos ven unidos y juntos, es porque mi papá nos inculcó el respeto y esa responsabilidad de salir adelante.

Siempre me sentí orgullosa de hablar de mi padre, porque decir su nombre me complace y me hace sentir una mujer afortunada, no sólo por haber sido su hija, sino por haber podido compartir con él, tantos momentos tristes y felices.

Mi papá se llamó Héctor Antonio, y dejó este mundo a los 58 años de edad. Fue un hombre con el mejor carácter que conocí, fuerte cuando era necesario, y dócil y amable, la mayoría del tiempo. En estos días muchas personas que compartieron con él parte de este camino que es la vida, clientes, amigos, lo definieron como un hombre honrado, leal, sincero pero por sobre todo, me dicen “excelente persona”. Yo, si tengo que describirlo, en una palabra, diría “luchador”. Fue el hombre más trabajador que conocí. Para él no había nada imposible, se enojaba si nos veía bajar los brazos. Como toda persona, él tenía defectos, pero más tenía virtudes, virtudes que voy a extrañar. Mi papá se la pasaba sonriendo o queriendo sacarle una sonrisa a quien estuviera cerca. Pero así también era muy sentimental, y más de una vez, lo vi derramar lágrimas frente a mí, pero siempre me decía que eran lágrimas de orgullo. Si hay algo que voy a extrañar de mi papá, es escucharlo hablar de mí y de sus nietos, porque a pesar de nuestros errores, él siempre que hablaba de nosotros lo hacía con orgullo, sacando pecho.

Tuvimos momentos tristes, porque perdimos todo, sin embargo él siempre se encargó de que no nos faltara nada. Nos dio todo lo que pudo. Nunca se rindió, vivió luchando y cada vez que se cayó, se levantó. De mi papá aprendí muchas cosas, cada día a su lado se aprendía algo nuevo. A mí y a mi hermano, nos enseñó a valorar las cosas más importantes y poner a la familia por sobre todo. Mi papá nos marcaba el camino pero también nos comprendía y daba libertad. También nos enseñó que no basta con estar bien uno mismo, porque podemos sentirnos mejor, cuando además de uno, los demás también lo están.
Mi papá fue siempre mi mejor amigo, mi confidente, mi consejero y mi maestro. Todavía no sé cómo haré para vivir sin su alegría, su optimismo, su sabiduría y su gran amor.

Hasta hace unos días estaba molesta con Dios, no quería aceptar su decisión. Pero ahora, veo las cosas con un poco más de claridad, y todo lo que quiero decirle a Dios es GRACIAS. Gracias por haberme dado un padre tan bueno y ejemplar. Cada día me levanto y le pido a Dios que me permita ser como mi papá y creo que para mí eso es una gran bendición. Por las mañanas o tardes, abro el negocio, charlo con las personas que él charlaba, atiendo a los clientes, que digo clientes, todos son sus amigos, me traen palabras... anécdotas... se nos caen las lágrimas juntos... pero les agradezco porque así lo siento cerca.
Espero papá que leas esto, y me veas cada día, porque creo que nunca podré dejar de hablar con vos y recurrir para pedirte consejo. Te conozco tanto que siento que sé lo que me dirías en cada circunstancia que se me presenta. Así como vos me conocías a mí. ¿Y cómo no conocerme? Si todo lo que soy te lo debo. Gracias por enseñarme a amar sin reparos, a dar sin esperar nada a cambio, a poner a la familia sobre todo y a soñar sin límites.

Yo, Facundo, tu yerno, mis hijos y toda nuestra familia, te extrañamos y recordamos cada día, porque marcaste nuestras vidas, y será imposible que estas huellas que dejas en nuestros corazones se borren a pesar del tiempo. Te nos fuiste y nos dejas un vacío, que vamos a llenar con tu recuerdo, porque ese es tu legado más importante. Pero por sobre todo, te voy a recordar personalmente como la persona que me dio los abrazos y besos más importantes de mi vida. Ahora me duele recordar todo esto, pero llegará el día que, desde arriba, verás orgulloso como todo esto lo recuerdo con felicidad rodeada de los que más has querido.

Como hija, siento pena por tu partida, me gustaría tenerte más tiempo conmigo y mis hijos, pero como alma, me siento feliz y honrada, satisfecha de lo que vivimos. Mi único objetivo a partir de hoy es rendirte homenaje como vos lo harías: y eso no tiene nada que ver con ser la mejor, ni con mi persona. Consiste en hacer feliz a los que me rodean y por los que vos diste tu vida hasta el último día. Porque creo que lo último que aprendimos juntos, es que la felicidad solo existe cuando es compartida.
Sólo te queda descansar, después de dar tu vida por los que te rodean. Marcha en paz a tu luz, te corresponde un merecido descanso. Sé que allá donde estás, vas a cuidar de todos nosotros, de una forma aún más poderosa que cuando estabas acá. Y por eso tengo fe, en que cuando Dios lo decida, y nos reencontremos, haya podido al menos, intentar ser un poco como vos, papá.

          Te ama, tu hijita, tu “Prinz”, siempre juntos.



City Bell, 30 de mayo
Fotos: Familia Del Tufo

Olga Edith Romero, Mientras lavo los platos




CON MIS MANOS SUMERGIDAS…


Con mis manos sumergidas en agua y detergente
escucho las noticias
salvan a funcionarios en cerro con nieve
mueren indigentes en las calles frías
Me pregunto si Dios existe
¿Dios existe?
Si todo lo ve
sus ojos están ciegos
Niños lloran con huesos nevados
la luna no protege del viento
Las plazas tienen bancos habitados
la noche no es un manto
es océano de hielo
El hambre grita oscuro
y los dientes bailan
con sonido de reloj
Mientras lavo los platos
que estaban llenos
antes
del noticiero
antes
de la lágrima
en el detergente.


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lunes, 24 de abril de 2017

Hasta la victoria siempre, Tren


HASTA LA VICTORIA SIEMPRE, TREN


 Domingo 23 de marzo, con boleto de salida 18:38. 
El poeta, editor y librero cordobés Antonio Moro, en nuestra querida Estación de Trenes de City Bell. 
Viajó hasta Ezpeleta. 
Contaron que el tren arrancó el sábado, con horarios inciertos, pero llevando pasajeros. 
Aún no hay paradas en Pereyra y Hudson, el pueblo trabajador, sobre todo, lo necesita. 


sábado, 11 de marzo de 2017

Dicen que hoy llega el tren a City Bell


¿NUNCA TE MIRÓ UN PERRO DE FRENTE?
TOMA DOS BLUES



viernes, 10 de febrero de 2017

¿Y el tren a La Plata? Te la debo



Para despertar al pueblo que se fue a dormir...
¿Y el tren a La Plata? Te la debo (un documental).

miércoles, 19 de octubre de 2016

Luis Alberto Spinetta, Yo quiero ver un tren



Yo nunca me imaginé
regresar a mi tiempo de niño,
nunca me expliqué por qué
nunca vi un tren.

La neutrónica ya explotó
y muy pocos pudimos zafar,
ahora el mundo no tiene ni agua.

La mañana me encuentra
caminando en la nada,
vías muertas de un expreso
que quedó en el pasado.

Confundido por el fuego verde
que confluye desde el mar,
la materia disuelta flota
en la atmósfera sin sol.

La neutrónica ya explotó
y muy pocos pudimos zafar,
ahora el mundo no tiene ni agua.

La mañana me encuentra
sospechando
en el aire contaminado.

Vías muertas de un expreso
que quedó en el pasado.

Señor… Señor…
Yo quiero ver un tren,
llévame a ver un tren,
no los recuerdo,
yo quiero ver un tren.


     La porquería no descansa: hace más de un año que estamos sin trenes. Hace muchos meses ya que tendrían que estar andando. Pero para la situación actual, la porquería que supimos conseguir, el tren no es una prioridad. Sabemos: hoy los trabajadores no interesan. Se gobierna para ricos. Ya sabemos, a alguna parte de nuestra City Bell (los chicos ricos sin tristeza que “consumen” en los boliches de moda de calle Cantilo…) hay un país otro, el de solo de ellos.

Foto: Antaño. Estación de City Bell. José María Pallaoro. 

miércoles, 30 de marzo de 2016

José María Pallaoro, La batería de mis audífonos



     Un placer el viaje en tren de City Bell a La Plata, de La Plata a Quilmes. Los coches son hermosos (quizás tanto a aquellos antiguos vagones que recordaba mi abuelo José María), tienen baños y comedor, los comensales juegan a las cartas, charlan, miran el paisaje, se divierten. El viaje es corto, es verdad, es que son veloces, claro, y necesarios al dinamismo de nuestras vidas actuales. Da placer viajar en nuestros trenes. Ojalá sepamos cuidarlos. Los citibelenses no hablan de otra cosa, al comienzo se quejaban, denunciaban el curro, el no cuidado de la vieja estación, el desastroso bajo nivel, que por suerte hace muy poco inauguró nuestra señora gobernadora. Los citibelenses están eufóricos y solo hablan de nuestro tren. Eso me cuentan todos, cuando puedo escucharlos, cuando se apiadan de mí y me compran la batería de mis audífonos. 


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lunes, 15 de febrero de 2016

Acerca de El flautista de City Bell


Semanario Norte diario El Día

Viernes 5 de febrero de 2016



viernes, 13 de noviembre de 2015

Lalo Painceira, La calle Nirvana de City Bell



NUESTRO PEQUEÑO BIG SUR


“(…) tuvimos nuestro “pequeño Big Sur”: la calle Nirvana de City Bell, que bordea el arroyo Rodríguez, sobre todo las cinco primeras cuadras desde el camino General Belgrano hacia Gorina en la que se levantaban, en aquél momento, sólo dos o tres viviendas. El resto parecía naturaleza virgen. En la mano izquierda y con ingreso desde el camino Belgrano, con un inmenso parque, se levantaba la oriental mansión que perteneció al ex gobernador Rodolfo Moreno, que había sido embajador en Japón. Por eso, a los cien metros de recorrer Nirvana sorprendía sobre el arroyo, un embarcadero y una glorieta al más puro estilo nipón y no lejos, faroles y ornamentos de jardín típicamente orientales. Una escenografía. En la mano derecha de Nirvana, cubierta por una espesa arboleda, como si hubiera buscado esconderse del mundo y del ruido, Jorge Mieri había levantado su propia casa en madera. Mieri, pintor impregnado de un misticismo auténtico, cultor del silencio, solía aconsejarnos y estaba interesado por nuestros trabajos y postulados. A los pocos metros, al poco tiempo levantó su casa César Paternosto con un provocador y revolucionario diseño de Vicente Krause, muy relacionado a nuestra estética. Años más tarde se sumó la casa de Alejandro Puente. Desde ese momento el lugar fue bautizado como “el barrio de los pintores”. Hoy la calle Nirvana está tan irreconocible como la calle 51 y como la misma ciudad que nos cobijó en los ‘60. Ese Nirvana enclavado en el verde y el silencio, fue invadido por viviendas convencionales y hasta ostentosas que alojan a la pequeña burguesía platense (…)”



Lalo Painceira, “El blues de la calle 51” Ediciones EPC, 2013.
Foto: Lalo Painceira y José María Pallaoro, City Bell, 27 de septiembre de 2014.

sábado, 13 de junio de 2015

Guillermo Pilía, El niño que apuntaba a escritor


EL VIAJE SENTIMENTAL

     En reunión de familia, el niño escucha hablar de Europa. Han vuelto de un largo viaje unos parientes lejanos, se pasan fotos, se despliegan periódicos. Madrid tintinea en su oído como moneda en la taza de un ciego, como organillo de Galdós. Sopla viento en el Sena, en Nôtre Dame no está Esmeralda. Tras los palacios italianos, hay un cielo como un paño de bandera —celeste y tenso— que lo llena de melancolía. En la reunión se come, se bebe, se ríe. El niño sueña con ese mundo que aprendió a amar en los libros. Mañana crecerá, y el recuerdo de ese instante irá con él por siempre: oscuro como el agua veneciana o luminoso como la arena de Las Ventas. Nadie sabrá nunca que esa noche casual alimentará por años sus fantasías; que su imaginación repondrá lo que entonces no se dijo; que en los viajes del cuerpo —que tendrá ocasión de hacer— buscará, sin conseguirlo, el mismo cielo, la misma brisa, la misma luz; que tratará en vano de revivir —en los viajes del alma— esa soleada tristeza: la del niño que apuntaba a escritor.



Guillermo Pilía (La Plata, 1958).
Foto: Guillermo Pilía y José María Pallaoro. Mar del Plata, 12 de noviembre de 2008.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Roberto Themis Speroni, Soneto a Paula



SONETO A PAULA

   Para que alguna vez cuando yo muera
digas: "El cazador, el silencioso..."
te he de explicar por qué no maté al oso
cuando tu voz ansiosa lo exigiera.

   Primero, yo no mato en primavera;
segundo, en el invierno duerme el oso;
tercero, en el verano es tan gracioso
que no puedo matarlo aunque quisiera.

   Por eso Paula, quiero que te acuerdes
de un viejo cazador con ojos verdes
que dejó su fusil y su cuchillo

para contarte una pequeña historia
sin oso, sin angustia, sin memoria,
un cuento, nada más, claro y sencillo.




Roberto Themis Speroni (La Plata, 1922 – City Bell, 1967).
Foto: José María Pallaoro, “Sauce roto”, 2012. 

viernes, 22 de mayo de 2015

Roberto Themis Speroni, Soneto a la paloma que maté de niño



SONETO A LA PALOMA QUE MATÉ DE NIÑO


Todavía conservo entre las manos
el pequeño temblor de tu agonía,
y tu cuerpo de luz, donde cabía
la forma de los aires provincianos.

Herido ante un aliento de manzanos
cayó tu corazón, y el mediodía
se quebró en tu garganta y en la mía
con dolores opuestos y lejanos.

Dejé tu muerte azul bajo un ciruelo.
El verano cruzaba por el cielo,
jinete de un delgado escalofrío.

La infancia se me fue con el asombro,
por eso, cuando en pájaros te nombro,
tu corazón regresa con el mío.


Roberto Themis Speroni (La Plata, 1922 – City Bell, 1967).

Foto: José María Pallaoro, “Taller”.

viernes, 24 de abril de 2015

José María Pallaoro, Entre sábanas inmaculadas


UN TIPO ORIENTADO

          Esto fue por el año 1943 más o menos. Y todavía me pregunto cómo pude abrir esa puerta y en cómo perdí el sentido de la orientación. Yo que siempre fui un tipo orientado. Iba a visitar a Exaltación, un sábado, y el domingo tenía que ir al cuartel en Campo de Mayo. Así era la cosa, un amigo, compañero del Colegio San José de Rosario, del que seguramente habrán oído hablar, un tal Pagura; resulta que el susodicho trabajaba en una fábrica de muebles llamada Cavarossi, así nomás, con doble ese. Pagura vivía en pleno centro con otro muchacho, yo no llegué a ir a esa pensión porque trabajaba. Venía por la Nueve de Julio y ahí en Avenida de Mayo me cambiaba en lo de Pagura, y venía a City Bell. Esto era el sábado; al día siguiente, volvía; en ese tiempo estaba el Expreso Buenos Aires. Yo me cambio y Pagura me da la llave para que pudiera entrar. Voy a City Bell, hice todo lo que tenía que hacer, vuelvo, bajé, agarré la llave que me dio Pagura, y trato de abrir la puerta, y no abre. Una y otra vez intento, y la llave entra mal, no gira. Media hora intentando abrir y pensando de este amigo mío, Pagura, pienso de Pagura, este turro vaya a saber qué llave me dio. Media hora queriendo abrir, y pensando, y puteando por lo bajo. En una de esas llega un señor con la llave correcta, y abre. Subo al segundo piso y lo primero que veo al abrir la puerta, porque la puerta la abrí, veo, no sé… Salgo disparado, bajo, y me pongo a reflexionar en la entrada del edificio, para sacarme el tema de encima ¿viste?, y llego a la conclusión de que me equivoqué de entrada. Miré mejor y me ubiqué; abro la puerta, subo, vuelvo a abrir, y veo a Pagura que está durmiendo, ahora sí, entre sábanas inmaculadas.


En “El flautista de City Bell”, 2015.

lunes, 23 de febrero de 2015

José María Pallaoro, El tronar de las campanas

EL TRONAR DE LAS CAMPANAS


     El Loco no se parece a un loco, es lo más semejante a un ser normal, de esos que se levantan temprano a la mañana, ceban unos mates a la patrona, y luego de besarlas en la mejilla, salen al trabajo sin otra preocupación que la de cumplir con la familia. En verdad, el Loco, a simple vista, distaba lejos de serlo, y nunca rompía las pelotas; vaya a saber el por qué del apodo. Más allá de esto, el Loco estaba soberbiamente loco, nadie lo percibía, pero nadie.

     Aclaro, no tengo enemistad personal hacia este tipo, aunque la verdad nunca tragué su omnipotencia. No, no vayan a pensar en envidia o celos, no, nada de eso, digamos que había en él algo molesto, como afeminado, como poco hombre. Llegaba al Campanario a la misma hora, una molestia inmensa esa espera. Acomodaba en el taburete su humanidad, apoyaba el brazo izquierdo en la barra y pedía lo de siempre.

     Lo de siempre, decía.

     Le gustaban demasiado las historietas, de ahí el modismo de galán dibujado. Las chicas, ansiosas, sentían una atracción no disimulada. Él, después del segundo vaso, las miraba, una por una las miraba, hasta que sus ojos de fuego se detenían en alguna de ellas, siempre distintas, bellas, jóvenes. La señorita caminaba como por una pasarela y se acurrucaba a su lado. Tomaban otra copa, reían, y, echando chispas, sus sombras desaparecían en uno de los agujeros del fondo.

     Un día el Loco dejó de aparecer. Las malas lenguas de barrio Güemes contaron que un vecino lo ubicó, ya tirado, en una zanja, a pocas cuadras del Campanario, con los huevos en la boca. 

sábado, 14 de febrero de 2015

Ana Cecilia Prenz Kopušar presentó Cruzando el río en bicicleta en Villa Elisa



“Cruzando el río en bicicleta” es una novela de prosa ágil, contagiosa, donde Ana Cecilia Prenz Kopušar cuenta su avatar existencial, que abarcan desde su infancia hasta sus años adultos. Son vivencias experimentadas en tres países y tres lenguas diferentes, con sus encuentros y desencuentros con cada nuevo lugar, sus alegrías y tristezas, su nostalgia por lo que ha dejado atrás y su amor por los nuevos espacios, todo ello sin inútiles retóricas y con una envidiable sencillez narrativa. Aquí las presencias familiares, con sus tragedias y comedias, las dificultades del exilio (sus padres son argentinos, escritores y profesores universitarios), la iniciación en cada nueva lengua y muchas otras circunstancias, que el lector irá conociendo, convergen en una escritura que desnuda la profundidad de cada instante vivido. A través de las vicisitudes narradas, el lector descubrirá que se trata de una novela de formación en la cual la protagonista cuenta la forja de su carácter y de su personalidad. Argentina, la ex Yugoslavia e Italia constituyen los referentes geográficos de esta novela bella y emotiva, en la que se transparenta una realidad que parece hablar por sí sola de la compleja identidad de la narradora. Por otra parte, las vivencias personales van más allá y se hacen trascendentes para convertirse en símbolo y retrato de una época. Las verdaderas historias se cuentan por si mismas, dijo Francis Scott Fitzgerald. Es decir, son transparentes y, por lo tanto, la maestría de un autor consiste en llevarlas al papel con sencillez, no pervertirlas con vanos juegos literarios. Prenz Kopušar asume con delicadeza este deber y, con ello, salva ese antiguo dicho que reza: contar ha sido el placer de los dioses y una gran ambición humana.

Ana Cecilia Prenz Kopušar y José María Pallaoro en Libros Villa Elisa

lunes, 2 de febrero de 2015

Ana Cecilia Prenz Kopušar, presenta su primera novela en Villa Elisa y City Bell

La escritora y traductora argentina nacida en Serbia, Ana Cecilia Prenz Kopušar, presenta su primera novela en Villa Elisa y City Bell: 












El viernes 13 de febrero a las 19 hs., en la librería de Villa Elisa ubicada en calle 42 entre 5 y 6, se presenta la novela “Cruzando el río en bicicleta” de la escritora y traductora argentina nacida en Serbia, Ana Cecilia Prenz Kopušar. El libro acaba de ser publicado por el sello editorial de City Bell Libros de la talita dorada, dirigido por el escritor citibellense José María Pallaoro. El sábado 14 a las 18:30 hs., la escritora leerá fragmentos de su obra en el Espacio Cultural La Poesía de City Bell. Para este último encuentro, solicitar información al teléfono 15 613 4626.