EL VIAJE SENTIMENTAL
En reunión de familia, el niño escucha hablar de Europa. Han vuelto de un largo
viaje unos parientes lejanos, se pasan fotos, se despliegan periódicos. Madrid
tintinea en su oído como moneda en la taza de un ciego, como organillo de
Galdós. Sopla viento en el Sena, en Nôtre Dame no está Esmeralda. Tras los
palacios italianos, hay un cielo como un paño de bandera —celeste y tenso— que
lo llena de melancolía. En la reunión se come, se bebe, se ríe. El niño sueña
con ese mundo que aprendió a amar en los libros. Mañana crecerá, y el recuerdo
de ese instante irá con él por siempre: oscuro como el agua veneciana o
luminoso como la arena de Las Ventas. Nadie sabrá nunca que esa noche casual
alimentará por años sus fantasías; que su imaginación repondrá lo que entonces
no se dijo; que en los viajes del cuerpo —que tendrá ocasión de hacer— buscará,
sin conseguirlo, el mismo cielo, la misma brisa, la misma luz; que tratará en
vano de revivir —en los viajes del alma— esa soleada tristeza: la del niño que
apuntaba a escritor.
Guillermo
Pilía (La Plata, 1958).
Foto: Guillermo Pilía
y José María Pallaoro. Mar del Plata, 12 de noviembre de 2008.
No hay comentarios:
Publicar un comentario