HÉCTOR DEL TUFO EN VIDA
Me
cuesta mucho escribir en este momento, pero no quiero dejar de pasar la
oportunidad de invitarlos este Viernes 1ro de Junio a las 18hs, a la Santa Misa
en memoria de mi papá Héctor Antonio Del Tufo, en la Parroquia Inmaculado
Corazón de María de City Bell. Luego de la misa, depositaremos sus cenizas, en
el cinerario de la iglesia.
El
viernes será el encuentro agridulce entre el amor, el recuerdo y la felicidad,
y el dolor, la ausencia y la tristeza más absoluta. Antes que nada quisiera dar
las gracias, en nombre de toda mi familia, por todas las muestras de afecto y
gestos para con nosotros. Si nos ven unidos y juntos, es porque mi papá nos inculcó
el respeto y esa responsabilidad de salir adelante.
Siempre
me sentí orgullosa de hablar de mi padre, porque decir su nombre me complace y
me hace sentir una mujer afortunada, no sólo por haber sido su hija, sino por
haber podido compartir con él, tantos momentos tristes y felices.
Mi
papá se llamó Héctor Antonio, y dejó este mundo a los 58 años de edad. Fue un
hombre con el mejor carácter que conocí, fuerte cuando era necesario, y dócil y
amable, la mayoría del tiempo. En estos días muchas personas que compartieron
con él parte de este camino que es la vida, clientes, amigos, lo definieron
como un hombre honrado, leal, sincero pero por sobre todo, me dicen “excelente
persona”. Yo, si tengo que describirlo, en una palabra, diría “luchador”. Fue
el hombre más trabajador que conocí. Para él no había nada imposible, se
enojaba si nos veía bajar los brazos. Como toda persona, él tenía defectos,
pero más tenía virtudes, virtudes que voy a extrañar. Mi papá se la pasaba
sonriendo o queriendo sacarle una sonrisa a quien estuviera cerca. Pero así
también era muy sentimental, y más de una vez, lo vi derramar lágrimas frente a
mí, pero siempre me decía que eran lágrimas de orgullo. Si hay algo que voy a
extrañar de mi papá, es escucharlo hablar de mí y de sus nietos, porque a pesar
de nuestros errores, él siempre que hablaba de nosotros lo hacía con orgullo,
sacando pecho.
Tuvimos
momentos tristes, porque perdimos todo, sin embargo él siempre se encargó de
que no nos faltara nada. Nos dio todo lo que pudo. Nunca se rindió, vivió
luchando y cada vez que se cayó, se levantó. De mi papá aprendí muchas cosas,
cada día a su lado se aprendía algo nuevo. A mí y a mi hermano, nos enseñó a
valorar las cosas más importantes y poner a la familia por sobre todo. Mi papá
nos marcaba el camino pero también nos comprendía y daba libertad. También nos
enseñó que no basta con estar bien uno mismo, porque podemos sentirnos mejor,
cuando además de uno, los demás también lo están.
Mi papá fue siempre mi mejor amigo, mi confidente, mi consejero y mi maestro. Todavía no sé cómo haré para vivir sin su alegría, su optimismo, su sabiduría y su gran amor.
Mi papá fue siempre mi mejor amigo, mi confidente, mi consejero y mi maestro. Todavía no sé cómo haré para vivir sin su alegría, su optimismo, su sabiduría y su gran amor.

Espero
papá que leas esto, y me veas cada día, porque creo que nunca podré dejar de
hablar con vos y recurrir para pedirte consejo. Te conozco tanto que siento que
sé lo que me dirías en cada circunstancia que se me presenta. Así como vos me
conocías a mí. ¿Y cómo no conocerme? Si todo lo que soy te lo debo. Gracias por
enseñarme a amar sin reparos, a dar sin esperar nada a cambio, a poner a la
familia sobre todo y a soñar sin límites.


Sólo
te queda descansar, después de dar tu vida por los que te rodean. Marcha en paz
a tu luz, te corresponde un merecido descanso. Sé que allá donde estás, vas a
cuidar de todos nosotros, de una forma aún más poderosa que cuando estabas acá.
Y por eso tengo fe, en que cuando Dios lo decida, y nos reencontremos, haya
podido al menos, intentar ser un poco como vos, papá.
Te ama, tu hijita, tu “Prinz”,
siempre juntos.
City Bell, 30 de mayo
Fotos: Familia Del Tufo
Fotos: Familia Del Tufo