CITY
BELL EN OTOÑO
City
Bell en otoño se adornaba de rosas,
y los chicos jugábamos corriendo por la calle,
las veredas y las casas de todos,
trepados a los árboles como monos o pájaros.
y los chicos jugábamos corriendo por la calle,
las veredas y las casas de todos,
trepados a los árboles como monos o pájaros.
Pisoteábamos
hojas doradas y crujientes,
rodando sobre ellas para escucharlas,
corríamos gorriones tratando de atraparlos,
como si se pudiera.
rodando sobre ellas para escucharlas,
corríamos gorriones tratando de atraparlos,
como si se pudiera.
Sumergidos
en la zanjas con las botas de goma
hasta llenarlas de agua barrosa,
sacábamos morenitas en frascos de vidrio
que duraban muy poco.
Hacíamos pequeñas montañas de polvo- tierra fina
para después lloverla sobre nuestros amigos
que juraban vengarse.
La felicidad cabía en nuestras manos
y en una carcajada.
hasta llenarlas de agua barrosa,
sacábamos morenitas en frascos de vidrio
que duraban muy poco.
Hacíamos pequeñas montañas de polvo- tierra fina
para después lloverla sobre nuestros amigos
que juraban vengarse.
La felicidad cabía en nuestras manos
y en una carcajada.
De
tarde las vecinas salían a la puerta
a charlar y mirarnos con ojos de ternura
o a veces descontentas criticaban en voz alta
instando a nuestras madres a retarnos.
a charlar y mirarnos con ojos de ternura
o a veces descontentas criticaban en voz alta
instando a nuestras madres a retarnos.
Hace
ya tantos años que no quedan vestigios,
sólo fotos amarilleadas de tiempo
y una sonrisa escondida en hojas de menta,
que recuerda la calma de mi pueblo de niña.
sólo fotos amarilleadas de tiempo
y una sonrisa escondida en hojas de menta,
que recuerda la calma de mi pueblo de niña.
© Olga
edith Romero.
©
Foto de portada: José María Pallaoro.
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