POEMA SOMBRÍO
Nada
nos pertenece, todo gira
indefinidamente
en el vacío,
se
desgasta, se evade. Ni la tierra,
ni
el cuerpo, ni los rostros
que
llegamos a amar, nos pertenecen.
Sólo
la imagen, sólo la memoria,
la
forma inmaterial de las conquistas
y
acaso sentimientos, soledades
que
van creciendo dentro de nosotros
y
nos tornan más leves, más ajenos,
cada
vez al combate en que vivimos.
Sin
embargo, libramos nuestra lucha
con
la tenacidad de un don sagrado.
Ocupamos
lugares en la tierra,
ámbitos
donde el alma se difunde
para
vencer la soledad. Buscamos
corazones
adictos, cierto espacio
donde
sentir que crecen las raíces
de
la palabra siempre.
Hasta
que alguna vez nos detenemos
para
mirar en torno y advertimos
los
lugares vacíos y el derrumbe
de
aquello que construimos. Sólo entonces
se
desprenden durísimas verdades;
ya
no palabras sino ideas claras,
como
revelaciones dolorosas
que
nos gastan el alma. En el silencio
de
las voces calladas, en el bosque
de
figuras destruidas, se levanta
una
sola deidad. Y comenzamos
a
descifrar su imagen en penumbra.
Un
llamado ancestral, una voz única
nos
llega desde lejos. Las raíces
se
ponen a temblar en lo profundo.
Y
sentimos entonces que la vida
es
un caer constante hacia la muerte,
un
infinito adiós.
HNW
(1919-2012).-
De:
"Pausa ante el mundo", 1959. En: “Canto a la Provincia de Buenos
Aires”.
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