martes, 23 de diciembre de 2008

Homenaje: Carlos Moncaut y su viaje hacia el pasado en Ranchos


El historiador describe en su último libro cómo era la localidad en la epoca de los fortines y las tolderías

Diario La Nación, Sábado 6 de enero de 2007


"Me propuse que los alumnos y también los profesores tuvieran una idea bien clara de cómo eran estas tierras antes de la instalación de los fortines: no había árboles, excepto sauces colorados, ñandubays, talas o espinillos a la vera de algún río o arroyo; los pastizales llegaban a dos metros de altura. Que conocieran su fauna y las naciones indígenas que la poblaban. Los nombres de los caciques resultaron difíciles de identificar: en esto resultó invalorable la colaboración del padre Meinrado Hux", dice Carlos Antonio Moncaut.
Por pedido del intendente de Ranchos, Eduardo Juan Uribarri, seleccionó 132 documentos de los 900 que había obtenido la historiadora Marta Inés Martínez en el Archivo General de la Nación, relativos a la zona de Ranchos (material que fue donado después de su fallecimiento al Museo Histórico de esa ciudad).
Ese fue el punto de partida desde el cual Moncaut desarrolló temas, investigó datos científicos y técnicos, recurrió al testimonio de historiadores, poetas, investigadores y viajeros para revelar historias inéditas, recuperar episodios y protagonistas que fueron decisivos, datos desconocidos que exponen en "Ranchos y su comarca. Desde su prehistoria hasta 1851" la vida argentina de entonces, en sus más diversos matices.
Desde el horizonte ilimitado de cielo y paja, habitado por ciervos y ñandúes, caballadas salvajes, langostas, chajás, flamencos, tigres (yaguaretés) y cisnes de cuello negro que serían después, ambos, presa de cazadores que vendían sus cueros para exportarlos, como las plumas (aigrettes) de las garzas blancas, el autor se aventura con los pobladores a partir del 25 de abril de 1761, fecha del primer oficio del gobernador José I. de Zabala al Comandante del Fuerte San Martín.
Una minuciosa descripción de la vida en las tolderías, las correrías de los Chechehets, Picunches, Diuihets, Taluhets -que después serían denominados Pampas por los españoles-, la irrupción de los Aucas, la paz que se mantuvo hasta 1738 y la guerra de invasiones y malones desatada por "un militar altanero", la convivencia que se logró en las tres Reducciones jesuíticas desde 1740 resultan esclarecidos por sus informes sobre los hallazgos antropológicos y paleontológicos de Carlos Ameghino en paraderos indígenas, el origen de topónimos de la zona y el análisis de las lenguas vernáculas.
De 1752 datan las tres compañías originales de blandengues, uniformados en 1779 por el virrey Vértiz y que también revistaron en la segunda línea de frontera, en los fuertes de Chascomús, de los Ranchos (aquí a partir de 1781), del Monte, Luján, Salto y Rojas y en los fortines de Lobos, Navarro, Areco, Mercedes y Melincué.
Detalla la construcción -foso, empalizada, mangrullo, caramanchel, capilla- y la vida miserable en esas poblaciones y los documentos reproducidos dan cuenta de deserciones, testimonios de cautivos, permisos para cazar nutrias, pedidos de sacerdote, reglamentaciones para pulperías o para la caza de perros cimarrones, pedidos de familias pobladoras (que llegaron desde Asturias y Galicia), envío de indios a la Capital para vender sus "efectos", organización de las expediciones a las Salinas Grandes, que incluyeron hasta 600 carretas, 12.000 bueyes y 1000 hombres.
Se habla de corridas de toros -la primera en Buenos Aires ocurrió el 11 de noviembre de 1609-; la viruela que diezmó a los Chechehets; los juzgados de paz, historiados desde su creación en 1821, las atribuciones que incorporaron en la zona de frontera, la importancia que les confirió Rosas. Las fiestas de San Juan y de San Pedro y San Pablo, su tradición de las "luminarias", fogatas, quema de Judas y las "Cédulas" componen un capítulo inolvidable.
Juan Manuel de Rosas, sus hermanos Prudencio y Gervasio y la Revolución del Sud: dos aspectos del devenir administrativo, militar y político de la provincia que Moncaut encara con su conocida solvencia como historiador y sagacidad como escritor.
Su prosa penetra el pasado y revive con toda su bravía dramaticidad las carencias, las luchas, las precariedades, el dolor, el empeño, el arraigo que se traduce en una idiosincrasia que él ama y comparte.
Este libro, editado por la Municipalidad de General Paz y distribuido en escuelas de la zona, merece una difusión mayor.
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Carlos A. Moncaut es miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y autor prolífico. De su larga obra, pueden mencionarse libros como "Reminiscencias del gaucho Guillermo Enrique Hudson y breviario de los pájaros del Plata" , "Biografía del Río Salado de la Provincia de Buenos Aires" , "Estancias bonaerenses. Historia y tradición" , "Pampas y estancias. Nuevas evocaciones de la vida pastoril" , "Coronel Hilario Nicandro Lagos 1840-1895", "Reducción jesuítica de Nuestra Señora de la Concepción de los Pampas 1740-1753", "Estancias viejas: audacia, coraje y aventura" , "Pulperías, esquinas y almacenes de la campaña bonaerense" e "Inundaciones y sequías en la pampa bonaerense 1576-2001".
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